mío | mine, 2009.
Desde 1998 Venezuela ha estado expuesta a estrategias de poder y control social bajo un régimen político que establece lo colectivo como valor ideal, por encima de lo individual. Esto se evidencia en el uso del color rojo como instrumento para mensajes ideológicos y vestimenta única para demostrar afiliación política. El gobierno revolucionario ha expropiado el derecho al imaginario particular y ha monopolizado la sensibilidad que el individuo tiene para relacionarse de un modo personal, con algo aparentemente trivial, que es un color dentro del espectro visible. Siendo el rojo un matiz primario comúnmente entendido desde sus múltiples asociaciones simbólicas, el aspecto inédito en la cultura venezolana es la cualidad polarizada que hoy día tiene, expresada en las formas limitadas de percibirlo e interpretarlo desde contextos urbanos y sociales. El rojo en la Venezuela actual supone un motivo de orgullo o de estigma, y esto depende de cómo el ciudadano se identifica políticamente. Como reacción visceral el color rojo ahora está saturado de fuertes gestos de rechazo o de atracción, y se dificulta tener otras proyecciones más allá de la política. El rojo, rojito, lema repetido en Venezuela, logra identificar, separar y definir a un sector de la población, que al formar una gran marea roja en marchas, es utilizado mediáticamente como credencial de apoyo político. Mío continúa una línea de investigación de Muñoz en torno a la tipología fotográfica para la expresión de sus preocupaciones y narrativas personales. |
Since 1998, Venezuela has been subjected to systematic social control under a political regime that places collective ideals over individual ones. This is evidenced by the monopolized use of the color red as a tool for visual propaganda and political affiliation, through the use of red clothing. The revolutionary government has "expropriated" this color and altered people's cultural sensitivities in everyday life. Red, a primary color with multiple symbolic associations, now has an unprecedented polarizing quality in Venezuelan culture. It serves to showcase either pride or stigma, depending on citizens' political affiliation. As a visceral reaction, red is now saturated with strong rejection or passionate empathy, making it difficult to project other cultural symbols beyond politics. The repeated slogan "rojo, rojito" in Venezuela enables identification and definition of a population, forming a massive red mass in marches, used by the government media as a political support credential. Based on a collection of personal belongings and a desire to express social concern, Mine continues Muñoz's investigation into photographic typology. |